Hoy os presentamos un interesante post escrito por Rubén Palacios Lázaro, quien es arquitecto por la ETSAM desde el año 2000. Rubén desarrolla su profesión en el ámbito de la arquitectura, el diseño gráfico y la fotografía y actualmente está realizando la tesis doctoral en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid.
El mundo del cine, en su corta historia de vida, parece haber encontrado siempre puntos de encuentro con la arquitectura. Más allá de los paralelismos que se puedan establecer en sus propias evoluciones como disciplinas durante el siglo pasado, y en las relaciones compositivas, teóricas o espaciales, da la impresión de que sus creadores sienten una atracción mutua por sus obras y sus métodos de trabajo.
Arquitecto y cineasta, al enfrentarse a la creación de sus respectivos proyectos, comparten muchos de sus objetivos, entre ellos y principalmente, la construcción de sensaciones en el espectador y en el habitante que lo visualizará y experimentará, cuyo carácter definirá la esencia de sus obras.
Las teorías desarrolladas por el filósofo Gilles Deleuze en torno a la imagen, nos sugieren cómo ambos autores basan su pensamiento principalmente en “imágenes-movimiento”, que poseen una dimensión temporal y un carácter perceptivo, narrativo o expresivo, y que utilizan para imaginar acontecimientos evocadores de emociones que fijen el carácter dramático de sus ideas.
La naturaleza expresiva del cine, induce al director a concentrar toda su intención en generar impacto. El arquitecto entiende el espacio como el lugar donde se desarrollan experiencias, a través de las cuales se toma conciencia del mismo. Ambos autores, parecen coincidir en el empeño de construir el carácter del espacio y de la secuencia, desde la planificación y generación de unas emociones concretas.
¿Cuál es el papel del dibujo en este proceso de creación del espacio arquitectónico y cinematográfico?
La semejanza en muchas de las características de los dibujos realizados por el arquitecto y el director de cine, nos invita a explorar la existencia de una relación en su forma de mirar, en la manera de interpretar los espacios, de analizar las vivencias, los acontecimientos, de conectar las sensaciones, las imágenes, de entender la incidencia de la luz, de relatar, de recorrer, de aproximarse…, y a entender el modo en que el uso del dibujo sirve a esa mirada personal para construir un método personal de trabajo, un proceso de ideación donde el autor es a la vez creador y espectador de las imágenes que utiliza.
El “storyboard” podría definirse como el guion gráfico que prefigura los diferentes planos de la secuencia. Sin embargo, su práctica como instrumento creativo en el mundo cinematográfico, va mucho más allá de una función mediadora entre el guion y el rodaje. Su uso significa para muchos directores, una herramienta clave en la ideación de la secuencia y en la consecución de los objetivos emocionales que se pretende aplicar al espectador, base para la asignación del carácter que determine la obra cinematográfica.
El boceto arquitectónico posee una función clara en la representación de las ideas y en la evocación de imágenes y pensamientos, que permite al arquitecto fijar sus intenciones y analizar la relación entre los distintos elementos que determinan el proyecto.
Partiendo de la idea de que la percepción del espacio arquitectónico puede estar ligada a su recorrido, el dibujo ayuda al autor a evocar imágenes mentales que construyen esa experiencia, contribuyendo a fijarlas y a ponerlas en relación, en el papel y en su mente.
Muchos de los dibujos conceptuales realizados por arquitectos y cineastas, parecen contener ya las ideas principales de la obra. Los tipos de plano que ambos autores determinan desde la acción gráfica, asociados a las imágenes mentales que fluyen por sus cabezas, definen el modo en que se aproximan a la creación de una idea unitaria que caracteriza su proyecto.
Sergei Eisenstein manifestó desde su infancia un gran interés por el dibujo, dedicando parte de su tiempo a la elaboración de carteles propagandísticos durante el estallido de la revolución bolchevique.
Su fascinación por el modo en que los ideogramas japoneses generan conceptos nuevos, influyó determinantemente en la elaboración de sus teorías del montaje.
Los dibujos elaborados durante la creación de sus películas, buscan no solo determinar el punto de vista, el ángulo o la composición, sino la elección de aquellos planos que al ser enfrentados, generarán el impacto perseguido por el autor.
Le Corbusier, a lo largo de su vida, hará un uso constante del medio gráfico, tanto en su formación pictórica como en el desarrollo de toda su obra arquitectónica. Sus apuntes y bocetos de viaje son documentos que reflejan la mirada del autor. El dibujo será para él, una herramienta clave en la gestación de sus ideas y en la concepción del espacio arquitectónico.
Su compresión de la arquitectura como “fenómeno de emociones” y sus referencias constantes a la “promenade” o paseo arquitectónico, le llevan a visualizar el espacio como una sucesión de estímulos dinámicos. Los croquis y bocetos realizados para la creación de proyectos como la Basílica de Ronchamp o la Villa Saboya, revelan el papel del dibujo en la visualización de experiencias o secuencias de acontecimientos.
Akira Kurosawa cuenta en su autobiografía cómo el dibujo le sirve de herramienta durante el proceso creativo de sus proyectos, y describe la doble función que le aporta, piensa para luego dibujar y dibuja para generar nuevos pensamientos.
La acción gráfica le permite tomar decisiones, encuadrar, elegir el punto de vista, clarificar las emociones de sus personajes, determinar los movimientos, la iluminación, concebir, materializar y plasmar las imágenes que pasan por su mente, desarrollar, ordenar y estructurar sus ideas.
Sus dibujos conceptuales, poseen una gran elaboración, adquiriendo casi el carácter de cuadros. La acción de la naturaleza queda reflejada constantemente. El uso del color, la definición de la luz y la expresión de cada personaje, tiene como objeto principal, la determinación del carácter de cada secuencia.
Alvar Aalto aborda sus proyectos con la necesidad de que la intuición dirija sus pensamientos. Al observar sus dibujos conceptuales, apreciamos inmediatamente el contenido emocional, desde el propio trazo, en la elección del punto de vista, y en cada uno de los detalles.
Su gesto gráfico parece estar unido a la mente, al instinto y al sentimiento. El dibujo le permite experimentar mentalmente el proyecto, prever las variaciones de la luz y visualizar el lugar desde el recorrido y el movimiento. Aalto dibuja el espacio en base a las experiencias, a su capacidad de suscitar exaltación.
Todos ellos, arquitectos y cineastas, desde la acción gráfica, parecen querer encontrar el carácter del espacio y de la secuencia que imaginan, su esencia y su capacidad de generar sensaciones.
Definir a través de un instante dibujado, un sentimiento. Utilizan como materia prima al espectador y al habitante que visualizará y experimentará su obra. Dibujan, idean y proyectan la emoción que construirá su espacio.