Una cara blanca que parece flotar sobre el fondo negro aparece en escena. Oscuridad, silencio, una llama de vela, una oración… estamos en casa de Bernarda Alba.

Entre las cuestas que suben (o bajan) por Lavapiés encontramos un lugar que merece la pena mencionar. En lo que fue el antiguo barrio judío de Madrid, con su muralla y sinagoga, hoy de nuevo habitado por infinidad de razas y religiones, un director teatral se hace con un pequeño teatro y lo rescata del olvido.

Antonio Díaz-Florián, director también del Théâtre de l’Epée de Bois de París, encontró en este pequeño rincón madrileño el ambiente perfecto donde expresar su veneración por el teatro, y por Lorca en este caso. El Teatro Espada de Madera introduce al espectador nada más cruzar su umbral en otro tiempo. La madera, el ladrillo, los muebles, el público sentado a modo de coro eclesiástico, le dan al lugar, cuanto menos, un aire solemne.

Merece la pena la visita, y la obra más. Desde el comienzo, la sala se convierte en la propia casa en la que uno no está enfrente expectante, sino dentro. Encerrados por Bernarda, contemplamos a cada personaje envuelto por lo oscuro, tirano y déspota del ambiente. Las hijas sometidas al luto impuesto por ésta, viven cada momento con resignación o rebeldía, pero sin poder escapar de la metáfora de una sociedad opresiva, hipócrita y aparente.

Unos simples paños blancos tiñen de luz una figura, otros con bordados sugieren movimiento, y así las escenas, como cuadros de Velázquez o como pinturas negras de Goya, se suceden con una composición impecable.

Igual que los personajes de la obra, Lavapiés quiere salir al exterior. Quizás, en vez de poner tiritas de granito a los problemas de una zona, habría que entender que con sitios como éste se da mucha más vida a un barrio.

Recomiendo la visita. Y si eres vecino de Lavapiés tienes descuento.

Teatro Espada de Madera. La casa de Bernarda Alba, Lorca.
Del 21 de enero al 28 de febrero. [Jueves, viernes y sábados 20.30 h. Domingos, 19.00 h.]