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Recuperando la comunidad

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Desde mi punto de vista la ciudad tiene un problema grave y es la falta de espacios comunes definidos como lugares de libre acceso y libre utilización. En este sentido un parque es un lugar de libre acceso y libre utilización, pero no lo es solo por eso, lo es especialmente porque es un lugar de interacción. Hay una imagen en la que pienso a menudo, se trata de una pareja de abuelos que viven en una calle cercana a la mía. Su casa es una casa baja, especie de trinchera entre los bloques que tiene al lado y los adosados que tiene en frente. Su casa es la única cuya puerta comunica directamente con la calle (no estoy seguro pero creo que esto es muy importante) los adosados de enfrente tienen un jardín y una verja alta antes de llegar a la calle y las puertas de los pisos dan a los pasillos que dan a las escaleras que dan al portal que da a la calle.

La imagen no deja de tener algo de patético: en épocas de buen tiempo esta pareja mayor saca sus sillas a la calle y se sientan a tomar el sol o el fresco… tal vez esperando encontrar algún vecino pero la verdad es que su imagen ha perdido la mitad del sentido. Porque si bien esto tradicionalmente se ha hecho por razones físicas, (se esta más fresco en la calle) también se hacía por razones sociales, la calle era un espacio de socialización y también de control. Seguramente hace no muchos años esta práctica era común también entre sus vecinos. ¿Porque? porque la calle era un “lugar”, en ese momento el paso de lo público a lo privado era gradual, difuso, ¿era eso parte de su casa?. Hoy esos pocos metros cuadrados que ocupan son los únicos de esa calle que no son ya un “no-lugar” pero que amenazan con serlo, porque no se crea ya identidad ahí, ni hay relaciones, ni tiene mayor significado, esa calle no representa practicamente nada para nadie. A su forma esta pareja representa la resistencia de una forma de vida a desaparecer, desafían a un mundo de aceras limpias y amplias para pasear o estrechas y tortuosas para dejar paso a los coches, de plazas sin bancos, de hormigón, de calor insoportable y frías.

La calle para ellos es un lugar común, lleno de interacción y significado un lugar donde se podía pasar la tarde entera. Que absurdo parece eso ahora, quien pasa su tarde entera sentado en la acera pudiendo ir de compras, pudiendo ir al cine… Ellos representan de algún modo la reivindicación del verdadero tiempo de ocio, el “no hacer nada”. No es que realmente no hagan nada, es que estamos acostumbrados a que todo lo que no sea consumir o producir tiene un valor inferior. Definir esto como “no hacer nada” es desvalorizarlo.

Los lugares comunes se definen sobretodo por no ser espacios del Mercado y por estar autoregulados, por su libre acceso y por ser propicios para la interacción, en realidad no es tan importante si son lugares de producción o consumo durante algunos momentos del día, siempre y cuando las relaciones no sean jerárquicas ni estén en exceso institucionalizadas. Algunos ejemplos de lugares comunes que se me ocurren son por ejemplo la Tabacalera y el Patio Maravillas o la Gotera en Leganés. Lugares llenos de interacciones sociales dando significado a las cosas y a las acciones, creando sociedad en el sentido más amplio de la expresión. Cada barrio, cada bloque, cada calle, debería tener su propio “lugar”, donde todo el mundo pudiera entrar y salir, organizarse y organizar actividades, hacer talleres, juegos, fiestas… sin más requisito que coordinar con los demás que quieran usarlo y sin tener que pagar para entrar ni por permanecer.

Anníbal Hernández es Diplomado en Gestión y Administración Pública en la Universidad Carlos III de Madrid y Licenciado en Antropología Social y Cultural en la Universidad Autonoma de Madrid, interesado especialmente en temas de desarrollo, decrecimiento, urbanismo, participación y transformación social.

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