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Municipios sostenibles, una oportunidad. Isabel Aguilera

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Este domingo he podido leer el artículo de Isabel Aguilera que trata de las oportunidades que ofrece ser sostenible para los municipios españoles, como modelo de fortalecimiento y de visión de futuro. No estoy totalmente de acuerdo con lo que plantea Isabel,  ya que solo presenta el urbanismo sostenible desde un punto de vista energético (dado su perfil profesional no es de extrañar), pero aborda el fondo de inversión del gobierno español de una forma muy objetiva. Esperamos que os invite a dejarnos comentarios.

Articulo publicado por Isabel Agilera, presidente de General Electric para España y Portugal. Es también arquitecto y urbanista. El pais, sección laboratorio de ideas, suplemento NEGOCIOS del pasado domingo 25 de enero.

Para garantizar la calidad de vida de los ciudadanos, es un factor indispensable que una ciudad crezca de acuerdo con los fundamentos del desarrollo sostenible. Su aplicación a la arquitectura, el urbanismo y la planificación del territorio, la eficiencia energética o la conservación y el aprovechamiento de recursos son clave ante el reto de las autoridades municipales de evolucionar en la dirección acertada.

Desde hace meses es una constante escuchar y leer a diario sobre los múltiples y graves efectos de esta crisis de la que nadie se escapa, aunque algunos se proclamen inmune. Pero en paralelo saltan a la palestra propuestas y medidas para minimizar el impacto y abordar soluciones, bien sea desde la empresa privada, las asociaciones sectoriales, los gobiernos central, autonómico y local, la Unión Europea u otras instituciones públicas internacionales.

Este maremagno de soluciones nos lleva a reflexionar de modo especial sobre la apuesta del Gobierno por las Administraciones Locales a través de la inyección de 8.000 millones de euros a los municipios españoles para facilitar la creación de puestos de trabajo y revitalizar la economía local a través de nuevos proyectos de obra pública. Esto es, sufragar la rehabilitación de inmuebles, los servicios municipales, la apuesta por la tecnología, la movilidad sostenible, la eliminación de barreras arquitectónicas o la seguridad vial, entre otras áreas.

Lógicamente, es una medida que los municipios deben adoptar de forma inminente, pues está muy condicionada en el tiempo, pero tras esta inmediatez de actuación existe el riesgo de acometer proyectos que, si bien tendrán los efectos positivos buscados a corto plazo, puede que no lo tengan después en el largo. Pensemos, por ejemplo, en una infraestructura que exige un consumo energético muy elevado; carecerá de sentido bajo el prisma del desarrollo sostenible.

Es evidente que esta medida debería acelerar la adaptación y respuesta de los municipios a sus desafíos en esta materia y ante su necesidad de planificar y rediseñar su modelo de crecimiento a largo plazo. Una estrategia que, en definitiva, configurará el tipo de ciudad en el que viviremos en el futuro, esto es, si me lo permiten, cómo seremos los humanos en los años venideros y cuáles serán nuestras prioridades y preocupaciones.

Para garantizar la calidad de vida de los ciudadanos, es un factor indispensable que una ciudad crezca de acuerdo con los fundamentos del desarrollo sostenible. Su aplicación a la arquitectura, el urbanismo y la planificación del territorio, la eficiencia energética o la conservación y el aprovechamiento de recursos son clave ante el reto de las autoridades municipales de evolucionar en la dirección acertada.

Problemas como el cambio climático o la inestabilidad de los precios del combustible tienen consecuencias complejas y a veces sorprendentes en el ámbito local. Los nuevos entornos modifican los hábitos residenciales y vitales de los ciudadanos y, paralelamente, sus necesidades de bienestar. Así, los consistorios deben adaptar el servicio prestado a los ciudadanos a los nuevos paradigmas y macrotendencias que están marcando, en definitiva, la agenda municipal.

A pesar de estar tan manido, y en muchas ocasiones mal empleado, el desarrollo sostenible es la línea estratégica más directa al progreso de las ciudades, sea cual sea su dimensión. De hecho, el desarrollo sostenible es para la Unión Europea el motor principal de la evolución mundial. Los modelos de crecimiento que en él se apoyan ofrecen nuevas y amplias perspectivas a los municipios, puesto que encierran un gran potencial de innovación y dinamismo.

Una ciudad planificada y gestionada con criterios de sostenibilidad permite valorizar su patrimonio natural e inmobiliario así como los recursos socioeconómicos del municipio. Se consigue que las ciudades sean más competitivas, atractivas, limpias y seguras y, en definitiva, posicionarse respecto a los criterios de bienestar y calidad de vida, la máxima para una ciudad del siglo XXI.

Por todo esto, los ayuntamientos -todos- necesitan optimizar sus inversiones y redirigir los modelos de crecimiento adoptados hasta ahora, tristemente caracterizados en muchos casos por el despilfarro de recursos, la ineficiencia energética, la falta de gestión de residuos o la degradación del medioambiente urbano. Ésta ha de ser la apuesta: invertir de forma planificada. Cada ciudad es diferente, pero el reto y las oportunidades son comunes.

Bajo este contexto, la innovación y las soluciones tecnológicas juegan un papel primordial. La mayoría de las orientaciones estratégicas y tendencias adoptadas en la Unión Europea para adaptar los principios del desarrollo sostenible a las ciudades coinciden en prestar atención a algunos de los aspectos, todos ellos básicos en la planificación urbanística, dotacional y tecnológica de los municipios del futuro, que abordo a continuación.

Uno de estos puntos clave para las Administraciones Públicas es la eficiencia energética. Los consistorios deben tender a una gestión integral de todos los servicios prestados a los ciudadanos desde la perspectiva de la eficiencia y del ahorro de energía, desde el fomento del empleo en energías renovables o el control del tráfico rodado, hasta un alumbrado público más eficiente y menos contaminante.

Otra línea de actuación a tener en cuenta por parte de los municipios es la conservación del agua. Las ciudades requieren una importante red de distribución, posibilidades de almacenamiento y de tratamiento del agua para su buen funcionamiento. Sin embargo, la Comisión Europea ha amenazado a España con emprender acciones legales por el incumplimiento de las normas comunitarias de tratamiento de aguas residuales en más de 400 pueblos y ciudades el pasado mes de noviembre. La necesidad de construir nuevas centrales depuradoras es, por tanto, acuciante, y las administraciones han de enfocar sus inversiones en este ámbito hacia las nuevas tecnologías de depuración, reutilización o desalación. Ahora bien, hay que tener presente que instalar una depuradora no es necesariamente sostenible, sino que ha de serlo el proyecto en su conjunto, orientado a minimizar su huella ecológica o impacto.

La gestión de los residuos y el tratamiento de olores son otros de los retos a los que se enfrentan los núcleos urbanos ante el futuro y los ayuntamientos han de adoptar soluciones eficaces para gestionarlos siendo respetuosos con el medioambiente.

De hecho, los municipios de más de 5.000 habitantes tienen la obligación de recoger y tratar dichos residuos. Precisan, por tanto, soluciones innovadoras, por ejemplo, para el aprovechamiento del biogás proveniente de la fermentación de los residuos urbanos, de lodos de depuradoras o desechos industriales, pues gracias a la tecnología pueden ser transformados en calor o electricidad para abastecer a los hogares de la zona.

Y otro aspecto más de sostenibilidad de las ciudades va más allá de lo medioambiental y está relacionado con el confort y el bienestar de los seres humanos: la seguridad y la salud. Un equipamiento mínimo en diagnóstico por imagen puede reducir en un 30% la mortalidad del cáncer de mama en la población femenina del municipio y la existencia de desfibriladores en equipamientos educativos, deportivos, culturales y estaciones, aeropuertos y otros edificios públicos puede, disminuyendo el coste de su tratamiento, aumentar el número de vidas salvadas tras sufrir un infarto cardiaco o cerebral (la primera y la tercera causa de muerte en el mundo). Los ayuntamientos tienen el desafío de conseguir ciudades más seguras, especialmente ante el incremento de la delincuencia, teniendo en cuenta que dichas tecnologías no han de ser invasivas y han de resultar casi imperceptibles en el día a día de los ciudadanos. Es lo que podemos llamar “tecnología invisible”.

En definitiva, los municipios necesitan soluciones tecnológicas innovadoras, creativas y flexibles que contribuyan a poner en marcha un nuevo modelo de planificación urbanística regida por principios de desarrollo racionales, destinados a favorecer el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos. Es la hora de transformar la utopía de la ciudad sostenible en una realidad y, aunque parezca mentira, la crisis está dando una oportunidad.

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