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Intrusos gigantes en nuestras ciudades

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Entre conferencia y conferencia, de una ciudad europea a otra, Iván Tosics ha ido encontrándose una y otra vez con una especie cada vez más abundante de gigantes: enormes carteles publicitarios que esconden edificios enteros. Esta es la historia de Iván cazando a esos monstruos urbanos, cámara en mano, por ciudades como Varsovia, Cracovia, Bucarest o Budapest, y averiguando lo que hay detrás –a veces literalmente– de ellos.

En Octubre 2011 fui invitado a un congreso europeo en Varsovia. Los organizadores reservaron una habitación en el hotel Metropol situado en el centro. Al llegar por la noche saqué la primera foto, en la que se puede ver un póster gigante iluminado con cuatro chicas vestidas a la última. A pesar de que la foto es bastante oscura, podéis reconocer el hotel detrás del póster: este anuncio de moda tapaba ocho pisos de su fachada.

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Mi habitación estaba en el quinto piso, cerca de la esquina, debajo del codo de la chica de la derecha. Saqué la segunda foto a la mañana siguiente desde mi cuarto: fuera el sol estaba brillando, pero desde mi ventana penas se podía ver algo a través de la espesa tela del póster.

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El congreso estuvo interesante y también tuve la oportunidad de pasar tiempo fuera, “cazando” todo tipo de gigantes. No fue difícil ya que Varsovia está llena de ellos: al lado de la mujer de ocho pisos vi a hombres de tres pisos, otro del tamaño de cuatro plantas y, por supuesto, todo tipo de coches gigantes, como hechos a su medida.

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Al igual que Varsovia, la ciudad histórica de Cracovia también cultiva pósters gigantes. Por ejemplo, la publicidad para una película, de cuatro pisos de altura, de la siguiente foto. Podéis ver que el edificio que sostiene el póster fue cuidadosamente renovado antes de tapar su fachada con las figuras gigantes de las dos estrellas de cine.

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Bucarest es una ciudad más grande, y el tamaño de sus pósters parece aumentar en la misma propoción. Un anuncio de un proveedor de servicios de Internet tiene una altura de cuatro pisos y tapa la fachada entera de un largo edificio. Otro hombre vestido a la última moda se yergue con sus cinco pisos de altura justo encima de una publicidad de dulces gigantes colocada en horizontal. Estos dos anuncios tapan unos 34 balcones y ventanas. Sin duda, con el acuerdo de los propietarios. Una chica de 7 pisos (!) consigue, ella sola, tapar aún más balcones…

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Al haber visto tantos ejemplos empecé a pensar, ¿cómo se siente la gente que vive detrás de semejantes lienzos? La vida debe de ser rara detrás de unas botas grandes como 6 ventanas, y aún más justo detrás de la mujer usando un espray bucal, que tapa un edificio entero en Budapest…

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Como muestran estas fotos, las ciudades europeas se están transformando cada vez más en lienzos publicitarios, generalmente para grandes empresas internacionales. La publicidad de Aeroflot e incluso la de Firefox (las dos en Budapest) probablemente también se puedan encontrar en otras ciudades europeas.

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El uso de pósters gigantes no es para nada exclusivo de las ciudades de Europa central o del este. Entre otras, las empresas de telefonía más grandes están activas en toda Europa, tapando muchos edificios como ilustra la foto, anunciando con orgullo que “HTC ha instalado siete pósters gigantes en las ciudades más grandes del Reino Unido cubriendo más de 2 500m2”.

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Colgar un póster gigante tiene que ser bastante caro. Aún así, es un negocio muy activo en muchas ciudades europeas. Los beneficiados son empresas de producción, empresas de publicidad intermediarias y los edificios mismos que ganan un dinero considerable por “vender” sus fachadas.

Pero en este negocio no todos ganan. Hay muchos perdedores: los residentes de las ciudades y los visitantes. La estructura orgánica de las calles y de los edificios, la belleza de una arquitectura desarrollada a lo largo de los siglos, está brutalmente destruida por estos hombres-mujeres-coches-esprays bucales-moviles de 4-6-8 pisos de altura.

Algunos esgrimen argumentos económicos a favor de los pósters gigantes, haciendo hincapié en que es la única manera de recaudar dinero para la renovación de los edificios que sostienen los pósters. Aunque fuera verdad, la ventaja para un edificio no debería ser al coste del interés público. En la mayoría de los casos, sin embargo, el argumento ni siquiera es cierto: muchos de los edificios que sirven de soporte a los anuncios están en muy buena forma física.

La belleza de las ciudades europeas desarrolladas a lo largo de la historia es un bien común. Y como tal, debería estar protegido de los ataques brutales y desvergonzados de las empresas comerciales (que encuentran buenos aliados en algunos propietarios). Deberíamos tomar medidas fuertes, por ejemplo mejorando las regulaciones de planificación, para ser capaces de resistir a este ataque y para proteger mejor nuestros valores comunes contra los intereses particulares.

Artículo y fotografías de Iván Tosics, experto de URBACT. Original disponible en inglés .

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