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URBACT | Del macro al micro-urbanismo

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Cualquier análisis del presente de las ciudades europeas o españolas y sus tendencias urbanas actuales pasa por situar a éstas en un contexto de crisis que implica globalmente, entre otras cuestiones estructurales a tener en cuenta, el cambio climático de características impredecibles y que exige modificaciones en los modelos energéticos y de consumo, o a la enorme preocupación por el hundimiento de la economía mundial y la crisis de los sistemas financieros y sus consecuencias directas o indirectas sobre los modos de vida urbanos. Este es un momento de gran complejidad que nos hace ser más conscientes de nuestras limitaciones y que anuncia el fin de una etapa de aparente seguridad y el comienzo de otra que se mueve entre lo imprevisible y la incertidumbre.

La crisis es especialmente grave en España debido al modelo económico de años atrás basado en buena medida en la edificación y en la explotación de recursos, especialmente del recurso suelo. Es difícil en este contexto de cambio necesario de rumbo tratar de enfocar algún punto fijo o marco de referencia donde situar un eje básico de cualquier actuación urbana. El escenario que se plantea es muy complejo en donde no hay demasiadas certidumbres y en donde el tiempo y los procesos cobran un especial protagonismo. No obstante esta crisis, como cualquier otra, sirve no sólo para corregir tendencias sino sobre todo para detectar oportunidades. En un momento de grandes cambios y pocas certezas probablemente es cuando se debe producir una mayor demanda de creatividad, innovación y de prospección futura y de anteponer la reflexión a la acción en unos tiempos menos acelerados.

Un marco de referencia adecuado sitúa el urbanismo en el paradigma de la sostenibilidad urbana. Desde hace unos años se ha venido desarrollando, con mayor o peor fortuna, una extensa teoría a partir de distintos principios de acciones urbanas estando muchos de ellos dirigidos al planeamiento sostenible. Entre estos estaría básicamente la perentoria defensa del suelo como recurso frente a la presión que la ciudad o la metrópoli ejerce sobre el territorio en sentido amplio. Argumentos como el de elevar la densidad sobre los suelos urbanos construidos, o la defensa de la ciudad compacta frente a la ciudad difusa, el aumento de la complejidad de los usos urbanos frente a la distribución de áreas monofuncionales, (normalmente de vivienda) y la consiguiente reducción de la movilidad o la defensa de los transportes colectivos frente a la movilidad privada; son conceptos ampliamente desarrollados que van en este sentido. En general son argumentos de carácter global dirigidos al control del suelo, los materiales consumidos o la eficiencia en los procesos y consumos energéticos.

Pero estos son argumentos que nos sitúan ante escenarios de crecimiento y desarrollo aunque estos se presenten como desarrollos sostenibles. Quizás en el mapa que nos encontramos tras estos años de euforia constructiva el trabajo a acometer o las tendencias con mayor capacidad de innovación no sean exclusivamente aquellas que pertenecen al ámbito de la gran escala de la planificación urbana y sus desarrollos. Probablemente tengan ahora una mayor proyección y capacidad innovadora otras más experimentales y que pertenecen a otras escalas más humildes que podríamos denominar de micro-urbanismo.

Pero ¿Cómo pasar del macro al micro- urbanismo? ¿Cómo obtener objetivos de calidad con pocos recursos? Tras las grandes operaciones estratégicas, emuladas aquí y allá por todas las administraciones y que demandaban una enorme cantidad de recursos, surge una realidad que nos devuelve a otra condición mucho más humilde y que reclaman ser resueltas con grandes dosis de imaginación y muy bajos presupuestos.

En la integración entre el macro y el micro-urbanismo juegan un papel protagonista todas aquellas estrategias que conciernen directamente al aumento de la calidad de vida de los usuarios. Tener como objetivo mejorar la calidad de vida y la habitabilidad desde la perspectiva que nos da la actualidad depende de muchos factores. Algunas estrategias se tendrían que dirigir a la mejora de las condiciones urbanas y su diseño, pero otras, probablemente significarán, en el contexto de crisis esbozado al principio, modificaciones sustanciales en los modos o estilos de vida.

En relación con las primeras y dentro de una escala doméstica estarían aquellas que introducen mejoras en la calidad urbana de los barrios existentes, como el incremento en la variedad del espacio público dando prioridad a los espacios peatonales, introducción de carriles-bici, posibilidad de desarrollo de múltiples deportes al aire libre, incremento de espacios verdes y de la biodiversidad, rehabilitación de barrios y de edificios, integración o renovación de espacios libres a partir de una gran flexibilidad funcional, etc. Son acciones que van dirigidas a re-pensar o reciclar la ciudad existente y en donde superar la percepción social del exceso de abstracción y opacidad del planeamiento. Muchas de estas acciones, y a esta escala, deberán también responder con flexibilidad al conjunto de condiciones inestables del entorno físico y social. De alguna forma su éxito también dependerá de su capacidad para integrar lo imprevisto o incluso el conflicto.

El contexto social y tecnológico posibilita y demanda progresivamente experimentar modos de actuación y diseños urbanos que faciliten la creación de procesos abiertos o de estrategias procesuales. Son muchos los ejemplos de acciones urbanas innovadoras; sucede espontáneamente en el espacio público, lugares o espacios que actúan con frecuencia como catalizadores de las relaciones sociales y donde a veces triunfa la heterodoxia.

Estamos pasando de una sociedad post-industrial a una sociedad que se organiza en red. Una cuestión candente en este momento es de qué manera, aprovechando las posibilidades que da la tecnología, hacer posible un urbanismo participativo, abierto y flexible para cualquier usuario. Hacer posible agrupaciones digitales de ciudad, de barrio o vecinales.

Decir calidad de vida hoy empieza a estar cada vez más ligado a modos sociales colaborativos que implican realmente modificaciones sustanciales en los estilos de vida y que podrían, con su desarrollo técnico, convertirse en potentes herramientas para hacer corresponsables a los habitantes de las decisiones fundamentales de su propio hábitat. Se podría trabajar de ese modo la educación ambiental desde presupuestos de participación activa con el objetivo de producir una verdadera conciencia compartida de eco-comunidad. El pensar globalmente y actuar localmente podría tener un gran alcance a partir de estas iniciativas de formación y relación.

En resumen, por estas vías, quizás todavía poco exploradas en este contexto urbano en red, se están abriendo algunas oportunidades y expectativas de mejora de la calidad de vida urbana. Usarlas de forma activa y no cosmética pueden llegar a producir herramientas poderosas que frente a situaciones opacas descubra la transparencia en los procesos, frente a la rigidez la flexibilidad, frente a la ética individualista estimule una auténtica interdependencia y cooperación social.

texto escrito por  Flora Pescador para Urbact.

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