Últimamente me he llegado a preguntar si para poder realmente hacer algo útil y constructivo para la mejora de las ciudades no sería conveniente proponerse llegar a ser el alcalde de la ciudad en la que uno vive. Todos los alcaldes acaban deseando construir algo significativo por lo cual se les recordará algún tiempo o por lo cual asegurarán su futuro económico a largo plazo. De ahí mi conclusión: no debería haber mejor alcalde que un arquitecto urbanista.
Aunque sería un desafío tremendo ser alcalde de Madrid, me imaginé que debería ser la formula más eficaz para conseguir unos cambios a la altura de mis expectativas. Tener el poder de emprender obras donde uno quisiera, de parar otras que no nos gustasen, competir con las otras ciudades para ver quienes hacen más. Invertir los esfuerzos en lo necesario y no en lo urgente. En contra de la posición clásica de criticar mucho y hacer poco (me refiero a hacer lo que uno puede desde sus posibilidades), mi ideal sería poder ser la persona que ocupa la posición más alta en la cadena de mandos, y desde allí realmente aplicar soluciones innovadoras y coherentes (según mi punto de vista) para el bienestar de nuestras ciudades. continue reading