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China se abre a la economía verde

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Fijándose como objetivo la reducción de más del 40% de la intensidad energética de su PIB en 2020, con respeto a 2005, China ve más allá que Copenhague. Tiene todos los elementos para crear, y exportar, un modelo económico original.

En 1973, después de la Gran Marcha (un viaje de más de 12.000 kilómetros para escapar a los nacionalistas), Mao Zedong decía “la situación nunca fue tan buena”. Porque había encontrada una estrategia que le daría las llaves de Pekín.

Hoy China tiene una estrategia clara en temas medioambientales. Con el impulso de las reformas iniciadas por Deng Xiaoping, el PNB a cuadriplicado entre 1978 y 1995, cuando el consumo energético “solo” se ha multiplicado por dos en el mismo periodo. A principios del 2000, cuando el consumo se disparó, Pekín lanzo “10 proyectos clave” y un programa de “las 1000 empresas”. Estas políticas nacionales asociadas al impacto de la crisis han permitido una baja del 20% del consumo energético por punto del PIB entre 2005 y 2010.
Un resultado excepcional que ha movilizado un esfuerzo financiero consecuente: ha doblado en 2008 para llegar a los 42.000 millones de yenes. Esta avalancha de programas, que ha llevado a cerrar las empresas menos competitivas, seguirá ejerciendo presión sobre las empresas que más energía consumen, a incentivar el desarrollo del sector terciario de la economía y a seguir con el objetivo del 15% de electricidad proveniente de energía renovable o nuclear.

Iniciativas locales
En este sentido, China necesita mejorar la eficacia energética de las PYMEs industriales y de las ciudades, aplicando nuevas soluciones para la gestión de la energía en los edificios, las infraestructuras y los transportes (el país dispone de un avance mayor en este último punto). La edificación es hoy en día el reto mayor. Los programas de intercambios tecnológicos se multiplican con el occidente en este sector.

Pero la cuestión fundamental no es tanto la tecnología sino su desarrollo. Los incentivos gubernamentales son necesarios pero no suficientes. Formaciones e informaciones serán necesarias en todos los niveles. La “economía verde” se implementará a través de las iniciativas locales. Las áreas experimentales de “baja emisión de carbón” – inspiradas en las zonas francas- como Nanjing, las ciudades e islas ecológicas – como en Chonming – son laboratorios de las ciudades del futuro, en la cual la Exposición Universal de Shanghai delimitará los primeros contornos.

Esta economía verde es también financiera: fondos de capital riesgo se centran en empresas medioambientales; el principal motor industrial y financiero del estado, la China Energy Conservation Investment Company, sube en potencia. Verdaderas bolsas medioambientales han sido iniciadas en Pekín, Shanghai y Tianjin con el objetivo de no dejar a los occidentales el poder sobre el mercado de los créditos de carbón.
El órgano encargado de preparar el XII Plan, la comisión nacional de reforma y desarrollo, ha pedido a su instituto de investigación sobre energía estudiar la posibilidad de un impuesto sobre el carbón, para sensibilizar los consumidores…y descartar la amenaza de un impuesto sobre el carbón en la frontera impuesto por los países importadores.

Un estándar chino de sistemas de gestión de la energía acaba de ser publicado, cuando la norma internacional ISO500001 todavía se esta preparando. Y las economías chinas reflexionan sobre el interés de créditos de carbón en los sectores del hormigón, el acero,…

El país entero experimenta, en esta típica mezcla de emulación y reproducción. Todas las iniciativas no llegaran al éxito. Pero los modelos validados serán aprovechados a escala nacional, e incluso internacional.

Articulo publicado en el periódico LE MONDE el 12 de enero.

Joël Ruet es investigador en el CNRS, presidente del Observatorio de los emergentes. En colaboración con Jean Pasternack, director de la estrategia carbón de Schneider Electric.

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