Plaza pública en Projet Darwin, un complejo industrial rehabilitado – Fuente: Projet Darwin, © David Manaud
“La mejor manera de proteger el patrimonio es habitarlo”. Esta frase, escuchada durante la segunda jornada #CityFollowers en la Universidad Camilo José Cela el pasado 28 de marzo, sintetiza muy bien el enfoque de partida de un debate intenso sobre el patrimonio arquitectónico y urbano y su preservación.
La pronunciaba Paula Guillén, que acudía en calidad de vecina a hablar del Espacio Vecinal de Arganzuela (EVA), pero seguramente podría haber venido de cualquiera de los otros cuatro ponentes: Ángel Lomas también del EVA, Kike España de La Casa Invisible, Casilda Cabrerizo de Intermediae y Raphäel Besson de Villes Innovations.
Si hubiera que buscar un aspecto común en las intervenciones de los invitados y el público, sería esa noción de que el patrimonio cobra sentido cuando está lleno de vida, de actividad, y conectado con el contexto. También de que el cuidado y desarrollo del patrimonio está íntimamente relacionado con los usos que se le dan, o las actividades y personas que acoge. Como expresaban desde La Casa Invisible citando un proverbio, “nosotros hacemos la casa, y la casa nos hace a nosotros”.
Los espacios patrimoniales, comentaba Raphäel Besson, pueden ser no sólo lugares a preservar sino también recursos vivos y actores del desarrollo local, siempre en evolución con su entorno. En su presentación compartía varios casos europeos, como Projet Darwin, donde esto se está intentando a través de la co-gestión y la innovación abierta,.
Preservar, matizaba Kike España, que no conservar. Lo primero nos invita a buscar nuevas posibilidades desde un respeto por las cosas (espacios, edificios…) que nos han conformado como sociedad. Lo segundo, en cambio, supone congelarlos y aislarlos en el tiempo y el espacio, bloqueando precisamente las dos nociones que definen el concepto de patrimonio.
¿Qué patrimonio?
Sin ánimo de entrar a definir aquí qué es el patrimonio, sí merece la pena repasar algunas de las acepciones que surgieron durante las jornadas.
Algunas de las acepciones habituales del término están en gran medida ligadas a la posesión y la acumulación de la propiedad, como explica su origen etimológico y bien recordaba Kike España. Pero los conceptos actuales de patrimonio cultural, histórico y/o arquitectónico, apuntaba una de las asistentes, tienen poco recorrido histórico. Antes la gente vivía “con el pasado incorporado en el presente y proyectado hacia el futuro”, sin hacer tanto esfuerzo consciente por distinguir o elegir los valores a mantener.
El patrimonio como bien común, y el espacio público como patrimonio. Paisaje Tetuán, Intermediae – Fuente: CC BY-NC-SA Intermediae
Como también apuntaba Casilda Cabrerizo, la definición de “valor patrimonial” se apoya en la diferenciación o elevación de algo sobre el resto, como una “reserva” selecta que da a entender, implícitamente, que todo lo demás es prescindible. Su propuesta desde Intermediae: dejar de aplicar el concepto solamente a lo excepcional, y extenderlo a todas esas otras construcciones o paisajes urbanos en los que sus habitantes reconozcan algún tipo de valor a mantener y cuidar. Buscar un concepto de patrimonio más amplio y cercano al de bien común.
Patrimonio, ¿para quién?
De lo anterior se desprende otro de los principales temas de debate: Se trata de preservar el patrimonio dándole vida, pero, ¿quién define qué es lo que se preserva y lo que no? ¿Quién está capacitado y autorizado para hacerlo? Si bien esto suele estar en manos de las instituciones (o de algunos técnicos dentro de ellas, como apuntaba Ángel Lomas), en la conversación se cuestionaba si tenía que ser siempre así. ¿Es lo mismo que el reconocimiento sea institucional, privado o comunitario? ¿Puede llamarse “bien común” a un bien cuyo valor ha sido definido por un solo agente? Varios de los ponentes coincidían en que no.
¿Es posible que esa puesta en valor del patrimonio provenga de una ciudadanía informada y conocedora de su entorno? Desde EVA proponen que sí, poniendo a trabajar a expertos y vecinos para mostrar que el Mercado de Legazpi tiene un alto nivel patrimonial pese a que el ayuntamiento le asigna un nivel de protección bajo. En La Casa Invisible, por su lado, llevan ya diez años demostrándolo con su detallada documentación del edificio que ocupan, y con el cuidado que muestran en su rehabilitación.
Capturas del proyecto básico de rehabilitación de La Casa Invisible, con un cuidado catálogo de elementos de valor patrimonial. Fuente: La Casa Invisible en Archive.org.
¿Puede el carácter patrimonial ser cuestionado? En este punto no podía dejar de salir a debate la Casa Guzmán de Alejandro de la Sota, derribada por el propietario pese a su gran valor arquitectónico. Si incluso el artículo 128.1 de la Constitución subordina toda la riqueza del país al interés general, ¿cómo puede el derecho a la propiedad privada imponerse a éste? La dificultad parece estar en definir qué es el interés general, quién lo define, y cómo se cuida. Kike proponía que el reto es precisamente contestar a esas preguntas en común, y no desde un solo ámbito o agente por representativo que éste sea. No es una cuestión, decía, puramente técnica, sino de democracia.
Legalidad y sostenibilidad
Tanto en La Invisible como en EVA se puede reconocer la lucha de los movimientos ciudadanos por equilibrar un proyecto creativo, horizontal y autogestionado con la estructuración y burocratización que la relación con las administraciones requiere.
Ángel y Paula se preguntaban si la administración, incluso en su afán (reciente, al menos en Madrid) de apoyar la existencia de espacios colectivos o ciudadanos, en realidad no está matando la capacidad innovadora, creativa y espontánea de esos espacios, al requerirles entrar en un proceso de regulación.
Una posible respuesta de las instituciones a esa inquietud se puede ver en cómo en Intermediae buscan formas de “dejar hacer” desde la institución. En muchos casos, según Casilda, haciendo gala de una auténtica “creatividad burocrática” para tratar de garantizar unos niveles aceptables de seguridad y responsabilidad, y buscar un modelo de gestión claro y coherente con cada iniciativa.
Y al reto de lo legal le sigue de cerca el de lo económico: ¿cómo garantizar la sostenibilidad de esos espacios patrimoniales reactivados? Lo habitual es que sea la administración o la inversión privada las que se ocupen de ello. Sin embargo, ¿puede la iniciativa privada financiar un bien patrimonial, entendido incluso como un bien común, sin depredarlo y corromperlo? Varios de los participantes expresaban serias dudas. En España, la financiación pública funcionaría como solución intermedia entre la agresividad del capital privado y las transformadora pero aún limitada economía de los movimientos sociales.
La iniciativa privada como motor de revitalización y fuente de sostenibilidad – Fuente: Projet Darwin, © David Sánchez
¿Y en el resto de Europa? Los proyectos explicados por Raphäel Besson en la jornada apuntan a modelos de co-gestión e innovación abierta en los que lo empresarial garantiza la sostenibilidad económica del proyecto y a la vez permite dar soporte económico a proyectos comunitarios. ¿Pueden casos como el Projet Darwin de Burdeos traer alguna esperanza en esa línea? Hasta cierto punto, quizás, y es una vía que merece ser explorada.
Público, privado, común
Hablar de modelos de gestión del patrimonio llevó a los asistentes, inevitablemente y desde el comienzo, a hablar de lo público, lo privado y lo común. Tres ámbitos que, como cuestionaba uno de los participantes, se viven en España como una confrontación, y que dieron para un debate tan intenso que alguien tuvo que sugerir que se dejaran de clasificar esas palabras “como buenas y malas” para centrar el debate en los modelos interesantes detrás de esas palabras.
Si, como apuntaba Miguel Ángel Díaz, incluso los “templos de la ciudadanía” de los que hablaba Jane Jacobs son en muchos casos espacios privados, ¿cómo negar la necesaria relación entre esos tres ámbitos a la hora de activar el patrimonio? ¿Y si hacer visible el conflicto entre ellos no fuera solamente inevitable, sino además necesario? ¿Y si, en ese contexto de confluencia de movimientos y agentes, tomáramos como natural y deseable mantener espacios de conflicto social?
Es ahí donde las tres iniciativas españolas que se presentaron en la jornada coincidieron en algo: no se trata de negar el modelo institucional o el privado-comercial de revitalización del patrimonio, sino de asegurarse de que haya lugar para otro tipo de enfoques, otras formas de hacer. Una reivindicación que llamó la atención de Raphäel ya que, en su experiencia, en Europa el debate en torno al patrimonio parece más centrado en lo cultural, lo económico y las formas de gestión, que en la democracia, de derecho a la ciudad o los bienes comunes. ¿Síntoma de que la jornada estaba conectando con una vena transformadora?
A continuación os dejamos el vídeo íntegro de la sesión, porque merece la pena escuchar estas cuestiones, con todos sus matices, directamente de los asistentes:
Ver el vídeo completo de la segunda jornada #cityFollowers
Si te ha interesado el debate, te invitamos a participar en las próximas jornadas de debate #CityFollowers, el 27 de junio. Como siempre, la calidad del debate que se forme en torno a las ponencias dependerá de la diversidad de participantes. ¡Te esperamos!