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La ciudad hostil: ángulos y púas contra los ciudadanos

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Pinchos de hormigón en Guangzhou - Imagen via dailymail.co.uk

Pinchos de hormigón colocados donde solían dormir y acampar personas – Imagen via dailymail.co.uk

Últimamente recorre las redes una oleada de noticias dispersas sobre la manera en que, en ciudades de todo el mundo, se están instalando defensas de diversos tipos contra los “sin techo”. Si decir “defensas” y “contra” os parece exagerado, sólo tenéis que echar un vistazo a algunos de los más comentados y polémicos ejemplos. Las imágenes hablan por sí solas.

Un caso que adquirió bastante notoriedad por su carácter rudo, hormigonudamente basto y descarnadamente agresivo es el de los pinchos de cemento de China. Estas puntiagudas pirámides, que aparecieron a primeros de julio de 2012 bajo algunos viaductos en Guangzhou, Baiyun y Tianhe, despertaron reacciones de todo tipo. Curiosamente, ninguna institución se mostró dispuesta a admitir su autoría y responsabilidad sobre ellas, hasta que fueron reconocidas y retiradas por el ayuntamiento debido a la presión social.

Pinchos de hormigón en Guangzhou - Imagen via dailymail.co.uk

No-lugar por diseño: un espacio completamente inhabitable – Imagen via dailymail.co.uk

Otro caso sonado es el de las púas metálicas de Londres, concretamente las que aparecieron en la entrada del edificio residencial y que pusieron en cuestión dispositivos similares que se han ido instalando por toda la ciudad para impedir que la gente duerma en la calle.

Pinchos anti-indigentes en Southwark, Londres - Foto via globalnews.ca

Pinchos anti-indigentes en Southwark, Londres – Foto via globalnews.ca

Algunos comercios que han instalado pinchos similares intentan justificarse matizando que no estaban pensados contra los “sin techo”, sino contra la gente que se sienta a beber y a fumar en el escaparate, espantando a los clientes. Da igual. El objetivo concreto puede ser otro, pero las intenciones son las mismas. Es la misma lucha.

Esto, que ahora mismo es casi trending topic por algunas partes de nuestra red, en realidad no es nada tan nuevo. Aunque los pinchos que acabamos de ver llaman la atención y ofenden por lo evidente de sus intenciones y lo letal de su aspecto, hay toda una serie de diseños algo más sutiles pero, en la práctica, igual de hostiles.

La ciudad ha sido siempre escenario de juegos de poder y control contra usos “no autorizados” o indeseados. Las murallas exteriores para defenderse de “los otros” siempre se han visto complementadas con otro tipo de barreras interiores para defenderse de “los otros entre nosotros”. Llevamos toda la vida viendo púas, barras, rejas, sierras, planos inclinados o intrincados motivos decorativos de apariencia más o menos agresiva en alféizares a nivel de calle, y todos ellos comparten la misma visión defensiva de la ciudad. Pero por si alguien necesita refrescar la memoria, aquí hay una galería con ejemplos de París, y el colectivo Survival Group lleva 9 años recopilando imágenes de lo que ellos llaman anti-lugares:

Recopilación de anti-lugares, algunos bastante imaginativos, por Survival Group

Recopilación de anti-lugares, algunos bastante imaginativos, por Survival Group

Otras tendencias tristemente contemporáneas van desde la agresión activa, como el famoso repelente de adolescentes “Mosquito” o las luces azules y rosas, hasta la idea de trabajar con el propio diseño del mobiliario urbano para “repeler” a ciertas personas o ciertos usos.

Ya hace varios años empezaron a hacer aparición esas sillas individuales, separadas y fijadas al suelo, de apariencia completamente inocente pero que en realidad son una perversión del mobiliario urbano: la no siempre admitida motivación oficial es que impiden tumbarse a dormir, pero la realidad es que tampoco permiten sentarse en otra postura o en compañía de alguien. Creo que nunca me he sentado en una de ellas, y bastantes veces me han dado ganas de hacer algo como esto:

Los vecinos de Sants reivindican la calle como espacio de relación

Los vecinos de Sants reivindican la calle como espacio de relación – clic para ver el vídeo

Hay muchos otros ejemplos de catálogo, como los asientos de las paradas de bus y metro que permiten a adultos sanos y de estatura estándar (niños, no toquéis) apoyarse, no sentarse ni mucho menos tumbarse, o los resaltos que se instalan en todo tipo de bancadas y bordes urbanos para desincentivar a los skaters. Todo un mundo de creatividad aplicada a la repulsión.

Sentarse y nada más - Fotos via Chinahush, Dan Lockton and 'Nearly Named Elvis'

Sentarse y nada más – Fotos via Chinahush, Dan Lockton and ‘Nearly Named Elvis’ – links en el texto

Pero si tuviera que quedarme con uno, mi “favorito” es el Candem Bench. Su rotundidad física contrasta con la sutileza en sus intenciones, convirtiéndolo casi en un manifiesto de la ciudad hostil moderna.

Candem Bench - Foto por Factory Furniture

El Candem Bench en todo su esplendor – Foto por Factory Furniture

Este banco no tiene púas ni dientes que puedan disparar la alarma social. Su secreto está oculto en su geometría, diseñada especialmente para evitar cosas: que el agua se acumule sobre el banco, que la suciedad se adhiera… o que alguien pueda tumbarse encima, que los “camellos” puedan dejar escondidas drogas en sus resquicios y que los skaters puedan deslizarse por sus cantos.

Candem Bench: detalle - Foto por Factory Furniture

Candem Bench: detalle de su superficie quebrada – Foto por Factory Furniture

Como comentaba Frank Swain en este artículo, este banco es el perfecto anti-objeto. Es un banco concebido entera y concienzudamente desde los impedimentos, desde lo que NO se podrá hacer en él; pensado para repeler sistemáticamente toda actividad que no sea sentarse/apoyarse un rato… sin acomodarse demasiado. Y parece que consigue todo eso con una economía de medios envidiable, logrando una apariencia limpia, suave, inocua y hasta atractiva, sin aspavientos, convirtiéndose en una muestra de excelente diseño… aplicado a dudosos objetivos.

En todos los casos comentados aquí, el mobiliario se hace parcial e intencional, y bajo una apariencia inocente está apoyando una cultura del control y la restricción. Como si cada uno de estos objetos urbanos fuera parte de una brigada PreCrimen de incógnito que viese a todos los ciudadanos como futuros criminales y los encarcelara de antemano restringiéndoles inadvertidamente su libertad de usar la ciudad.

Pero podría ser peor: además de miedo, podría haber interés económico en todas esas restricciones. Desde la reducción de sitios para sentarse libremente en favor de las terrazas comerciales a otros supuestos más directos como el que muy claramente describe el irónico (espero) “Pay&Seat” de Fabian Brunsing, un banco en el que a cambio de una moneda, puedes sentarte por un rato antes de que aparezcan unas púas metálicas de aspecto poco amigable. Un invento que más de uno habrá pensado en desarrollar en serio.

PAY & SIT: the private bench (HD) from Fabian Brunsing on Vimeo.

Las reacciones de la gente no se han hecho esperar. En China, un par de estudiantes promovieron protestas que acabaron en la retirada de los conos de hormigón, que el Ayuntamiento acabó reconociendo como suyas. Las púas de acero de Londres provocaron más variedad de respuestas, desde manifestaciones hasta activistas cubriendo las púas con cemento con más rabia que maña. Finalmente, las presiones populares, canalizadas a través de una petición en línea, hicieron que el alcalde se pronunciara contra los pinchos y que éstos se quitaran. En cuanto al banco de Candem, aquí va una muestra:

Skaters entre mosqueados y divertidos tratando de maniobrar sobre el banco

Skaters entre mosqueados y divertidos tratando de maniobrar sobre el banco – clic para ver el vídeo

Los términosarquitectura hostil” o “defensiva” están empezando a usarse más y más con cada nuevo ejemplo, junto a ciudad rígida, unpleasant design y otros que describen otros aspectos del problema, como la mallification, el creciente carácter “comercial o nada” del espacio público.

La ciudad, soporte de vida, se está armando contra sus ciudadanos.No es país para vagabundos“, decían los de Pedacicos Arquitectónicos el otro día reescribiendo el conocido eslógan publicitario o quizás el también adecuado título del libro “No es país para viejos”. Porque, ciertamente, no lo es.

El resultado conjunto de todas estas acciones es eliminar, desde el impedimento físico, cualquier comportamiento no deseado por quienes, para bien y para mal, controlan la ciudad. Y eso es represión, represión física, psicológica y cultural. Represión, a veces muy velada y rara vez demasiado explícita, por parte de los que intentan crear un mundo urbano artificialmente simplificado, monofuncional y controlado, donde sea imposible crear y vivir algo nuevo, donde el lifestyle sea único y oficial, y ser diferente no sea opción.

Si no sólo el gobierno sino la sociedad misma sigue abordando sus problemas desde el miedo, atacando o defendiéndose de los síntomas de un modelo socioeconómico lleno de errores sin actuar sobre sus causas, no podemos esperar más que este tipo de cosas. Y ciudades así no son lugar para personas creativas y responsables. Un país así, desde luego, no es país para ciudadanos libres.

O no lo será a menos que comencemos a trabajar desde la generación de “salud” urbana más que desde el tratamiento de la “enfermedad”, actuando de forma positiva sobre el origen de las desigualdades y conflictos que con tanta agresividad tratamos de desterrar de nuestras calles, y no sobre su resultado. No lo será a menos que comencemos a escuchar ese otro impulso, coexistente con el anterior, que pugna por hacer ciudades más amables, habitables e inclusivas. Pero eso tendrá que quedar para otro post.

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Lo de la luz rosa para resaltar el acné y ahuyentar así a los adolescentes me parece de una perversidad brutal, con permiso del resto de medidas, que siendo igual de agresivas, al menos no atacan de forma tan directa a la autoestima.

El modelo de ciudad a que se está encaminando con estas medidas es bastante lamentable, un lugar de paso, de consumo, y si no circulas o consumes entonces es que estás haciendo algo incorrecto y hay que disuadirte.

Por desgracia, hay una clara tendencia hacia eso, sí. Pero afortunadamente no es el único impulso que mueve las ciudades. Se podría (y de hecho tengo intención de) hacer un post “espejo” mostrando ejemplos de todo lo contrario.

[…] Una nota que nos cuenta sobre La ciudad hostil: ángulos y púas contra los ciudadanos y un Manual de “Construcción Colectiva de Espacios de Trabajo”. Además el programa de […]

Creo que la idea es muy buena para solucionar el problema, claro, los colocas en la silla de los legisladores para presionarlos a mover a sus naciones a un desarrollo social tangible y asi poco a poco acabaremos con la indigencia. check¡

Démosle de su propia medicina a los “padres de la patría”

Buenos aparatos de video, instalados secretamente, para cuando se quedan dormidos en las sesiones, alarmas igualmente instaladas o para cuando se meten el dedo en la nariz, o aspersores de agua cuando se retrasan en entrar a la sala cuando su voto puede cambiar leyes infames, venga tormenta de ideas, que seguro que surgen muchas más..

Pues me parece una ideaza. Vigilancia ciudadana para los que nos vigilan. Si no quieren que nos paremos, nos juntemos y vivamos, hagamos que no se puedan parar, juntarse y mangonear.

En lugares públicos es una cosa, pero en privados es otra. Yo simplemente contruí un muro en el patio delantero de mi casa, me cansé de jóvenes haciendo la previa al boliche arruinando mi pasto y dejándo su mugre en mi propiedad.

[…] La ciudad hostil: ángulos y púas contra el ciudadano. […]

La arquitectura hostil impone su presencia fría y sin alma. Sus estructuras inhóspitas y ángulos afilados reflejan una ausencia de calidez, desafiando la comodidad y la humanidad en el entorno construido.

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