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¿Qué es la Nueva Agenda Urbana?

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15,July, 2011 - Busan, South Korea - City view of Busan, South Korea's second largest metropolis after Seoul, with a population of around 3.6 million as of 2010: Half of the world’s population lives in urban environments. Most urbanites live in cities of fewer than 500,000 people. One billion people, one out of three urban dwellers are living in slum conditions today. Providing them with better housing and education will be one of the great challenges facing a world of 7 billion people and counting. Photo Credit:Kibae Park/UN Photo

Vista de la ciudad de Busán, la segunda metrópolis de Corea del Sur después de Seúl, con una población de 3,6 millones en 2010. Foto: Kibae Park/UN Photo.

En el año 1976, fruto de una cada vez mayor preocupación por las consecuencias negativas del rápido y descontrolado crecimiento de las ciudades, se celebró en Vancouver la primera conferencia de las Naciones Unidas sobre los desafíos inherentes al proceso de urbanización. En esa época, tan sólo un 37,9% de la población mundial era urbana. Hoy en día, de acuerdo a los datos que maneja el Banco Mundial la tasa de población urbana es del 53% y el número de personas que habitan las ciudades crece alrededor de 73 millones al año. En este contexto de crecimiento tan dinámico, la necesidad de adecuar y adaptar las recomendaciones de política internacional a la realidad urbana actual resulta evidente.

La mayor parte de esta nueva urbanización se espera que se concentre en ciudades medianas de países emergentes o en vías de desarrollo. A pesar de la cada vez más habitual emergencia de ciudades con más de 10 millones de habitantes (de 14 en el año 1995 a 29 en el 2015), éstas no son, ni las de más rápido crecimiento, ni representan la mayoría de la población urbana mundial. Son las ciudades pequeñas y medianas las que acogen al 59 por ciento de la población mundial y, lo que es más representativo, las que crecen a tasas más altas. En paralelo a este fenómeno, en países como China, Nigeria o la India, que juntos representan casi el 40% de la población mundial, las tasas de concentración urbana (56%, 48% y 33% respectivamente) son todavía muy bajas si se comparan con las de otros países. Es previsible, por tanto, un éxodo migratorio masivo en esos países que incremente considerablemente el porcentaje de su población urbana.

De esta manera, el intenso proceso urbanizador que se espera ocurra en África y en Asia, sumado a las deficiencias en la planificación, los accesos a la vivienda, el acceso al agua potable, la sanidad o las infraestructuras básicas; intensifica la probabilidad de que gran parte de esta nueva población urbana habite asentamientos informales. Para tratar de anticiparse a esta y otras problemáticas relacionadas con el previsible aumento de la población urbana el sistema de Naciones Unidas convoca cada 20 años una conferencia sobre políticas de vivienda y desarrollo urbano. En el año 96, Estambul acogió la segunda, y del 17 al 20 de octubre se celebra en Quito, Ecuador, la tercera conferencia de las Naciones Unidas sobre vivienda y desarrollo urbano sostenible (Habitat III).

Críticas a Habitat III

La conferencia Habitat III lidiará con alguno de los temas más relevantes para el futuro de las ciudades: migración, acceso a la vivienda, crecimiento económico inclusivo y medio ambiente. El proceso preparatorio hacia Habitat III resultó en la publicación de una Nueva Agenda Urbana (NAU) el pasado 10 de septiembre que será ratificada y adoptada en Quito. Este documento servirá de guía para el desarrollo sostenible de las ciudades durante los próximos 20 años.

No obstante, el proceso preparatorio no ha sido un camino fácil. En él se incluyó la redacción de 22 documentos temáticos, cuatro reuniones regionales, siete sesiones temáticas, 10 documentos sobre políticas, sesiones de discusión abiertas y la entrada de 200 expertos que contribuyeron a la redacción de la versión inicial de la NAU. Además, la conferencia se celebra en medio de opiniones encontradas que cuestionan su planteamiento y su eficacia.

Críticas que defienden, entre otras cosas, como la urbanización no sigue las mismas pautas en todo el mundo y, por tanto, resulta contraproducente promover las mismas recomendaciones de política urbana para distintos territorios y ciudades, sin tener en cuenta sus recursos, contexto cultural o coyuntura socioeconómica. Se apoyan en la idea de que cada región urbana es heterogénea y, por tanto, definir un marco global de acción resulta irreal y utópico. Sin ir más lejos, países como China, Nigeria o la India se caracterizan por tener un ratio relativamente bajo de población urbana. Por el contrario, la mayoría de los países desarrollados presentan un alto grado de urbanización. Así, las recomendaciones y soluciones planteadas para unos no pueden ser las mismas que para otros y, en definitiva, no deberían caer en la generalización sin tener en cuenta las especificidades que presenta cada región urbana.

Asimismo, la Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales y Regionales (CGLU, por sus siglas en inglés), organización internacional heredera del Movimiento Municipal Internacional que actúa como portavoz y defensor de la autonomía local, lamenta la ausencia de muchos temas relevantes en la sección que recoge los compromisos transformadores de la Nueva Agenda Urbana. Entre otros temas, se queja de que no existen compromisos en materia de corrupción y evasión de impuestos, defensa de los derechos culturales o discriminación contra el colectivo LGBT. Llama especialmente la atención la omisión de medidas concretas que fomenten y promulguen la participación en la gobernanza local.

Cap Haïtien (Cabo Haitiano) es la segunda ciudad de Haití, con una población estimada de 500,000 habitantes.  Foto: UN Photo/Sophia Paris.

Cap Haïtien (Cabo Haitiano) es la segunda ciudad de Haití, con una población estimada de 500,000 habitantes.  Foto: UN Photo/Sophia Paris.

En consecuencia, y de acuerdo a las voces críticas, la NAU resultante de la conferencia Habitat III surgirá como una herramienta incompleta que, no sólo no servirá para dar respuesta a alguno de los desafíos en materia de urbanización, sino que podría consolidar e incluso profundizar alguna de las principales externalidades negativas producto de una urbanización masiva y descontrolada.

A pesar de esta línea crítica, la mayoría encuentra la conferencia Habitat III como una oportunidad inigualable para alcanzar un desarrollo urbano sostenible e inclusivo. Ante las críticas que definen los compromisos resultantes de Habitat III como un conjunto de recomendaciones generalistas, laxas y vacías de contenido; los garantes de Habitat III sostienen que ésta sirve de orientación clave para los países emergentes o en vías de desarrollo que todavía se encuentran en pleno proceso de urbanización. Estructuras gubernamentales locales o regionales todavía demasiado débiles utilizarán la NAU como un instrumento fundamental para implementar políticas urbanas adecuadas.

En este sentido, las recomendaciones de política resultantes de Habitat III son importantes porque podrían contribuir a paliar muchos de los problemas inherentes a la urbanización. Problemas como el abastecimiento de agua, la pobreza energética o el déficit habitacional. Así, la NAU proporciona una herramienta práctica y clara que permite aprovechar los beneficios derivados de la urbanización y prevenir sus problemas. Por ello, las recomendaciones y compromisos resultantes de la tercera conferencia de Naciones Unidas sobre vivienda y desarrollo urbano sostenible serán claves para anticiparse a los desafíos de los próximos años.

Urbanización rápida y masiva

Una fuerte corriente migratoria sustentada en la búsqueda de mejores condiciones de vida ha acelerado en los últimos decenios el proceso urbanizador, generando grandes desafíos que es necesario enfrentar. Esta tendencia no es extraña si tenemos en cuenta que las ciudades contribuyen en más del 70% al PIB mundial y generan el 80% del total de los nuevos empleos de alto valor añadido. Estos datos contribuyen a soportar la idea de que existe una correlación positiva entre la urbanización y el crecimiento económico. El premio Nobel de Economía Robert Lucas reveló por primera vez la importancia de la ubicación como fuerza subyacente del crecimiento económico e Identificó la potencia económica de las ciudades, en tanto que revelan la concentración de personas y de productividad, de habilidades creativas y de talento que impulsa el crecimiento económico. Estas fuerzas económicas suponen la principal razón para los flujos migratorios que contribuyen en gran medida a crear regiones urbanas cada vez más grandes.

Son muchos los modelos económicos que predicen para el año 2030 un alto grado de concentración urbana dando lugar a megarregiones. Dados los patrones de crecimiento actuales, basados en una cada vez mayor fragmentación urbana, no parece lejano el momento en el que una determinada región urbana supere los 100 millones de habitantes. A pesar de que existen numerosas políticas urbanas que priorizan el desarrollo de ciudades compactas, por ahora, el incrementos sostenido de la densidad y por tanto de las alturas en la ciudad construida es improbable. Por el contrario, es previsible que el crecimiento sea en horizontal, debido a la unión de dos regiones urbanas que, paulatinamente, configuren una nueva megarregión (los patrones de emisión de luz eléctrica en Japón ya lo sugieren para la región que va desde el norte de Tokio hasta Fukuoka).

Vista aérea de Monrovia, Liberia, tomada de la UNMIL. Foto: UNMIL Photo/Ari Gaitanis

Vista aérea de Monrovia, Liberia, tomada desde un helicóptero de la UNMIL. Foto: UNMIL Photo/Ari Gaitanis

Principales retos de la Nueva Agenda Urbana

En contraposición a la idea extendida de la urbanización como fuente de prosperidad, el último Informe Mundial de Ciudades publicado por ONU-Habitat en el año 2016, plantea dentro de los 8 desafíos clave que las ciudades deberán enfrentar en los próximos 20 años, cuatro problemas asociados a la urbanización cuya solución parece todavía lejana.

– Incremento de la desigualdad: La brecha entre el decil más rico y el más pobre en la mayoría de los países está en sus niveles más altos de las últimas tres décadas. Además, el aumento global de la desigualdad ha dado lugar a otra tendencia: el incremento de las “gated communities” (urbanizaciones cerradas). Ciudades como Buenos Aires, Johannesburgo, Lagos y Nairobi han visto como su número ha aumentado considerablemente. Esta segmentación de la población contribuye a la desigualdad a través de la estigmatización y la exclusión de ciertos sectores de la población.

– Migraciones forzadas: Las guerras, el desempleo, la pobreza y la desigualdad han provocado un incremento notable en las corrientes migratorias a lo largo de los últimos años. El número de peticiones de asilo en Europa aumentó desde las 463.000 en 2002 a 1.325.000 en el año 2015 (Fuente: Eurostat). A pesar de que esto podría suponer una oportunidad para la revitalización económica y combatir los efectos del envejecimiento de la población, la integración o la existencia de movimientos xenófobos suponen un gran reto para las ciudades.

– Expansión de los asentamientos informales: A pesar de que los asentamientos precarios e informales no son un problema nuevo, su continuo crecimiento en los últimos dos decenios ha hecho de ellos una cuestión política central. Mientras la proporción de personas que viven en “slums” ha disminuido en las últimas décadas (del 46,2 por ciento en 1990 a 29,7 por ciento en 2014), el número total de personas ha aumentado. Indicativo de que el problema está lejos de ser resuelto.

– Cambio climático: Las ciudades representan entre el 60 y el 80 por ciento del consumo de energía, y generan hasta un 70 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano, principalmente a través del consumo de combustibles fósiles para el suministro de energía y el transporte. A su vez, es importante reconocer también el papel que podrían desempeñar en la lucha frente al cambio climático. La planificación y el diseño urbano deben actuar como agentes de cambio para aprovechar todas las posibilidades que ofrece la urbanización. Las economías de escala, la concentración de empresas e innovación en las ciudades, hacen más barato y más fácil adoptar iniciativas que contribuyan a reducir al mínimo las emisiones y los riesgos climáticos.

Seúl, capital de Corea del Sur. Foto: UN Photo/Evan Schneider

Seúl, capital de Corea del Sur. Foto: UN Photo/Evan Schneider

La Nueva Agenda Urbana

Con el fin de responder a estos y otros muchos desafíos el pasado 10 de septiembre se acordó en Nueva York el texto definitivo de la Nueva Agenda Urbana. Ésta imagina las futuras ciudades como espacios con una función social, que contribuyan a impulsar el derecho a proporcionar una vivienda digna. Al mismo tiempo concibe ciudades participativas, con un fuerte sentimiento de pertenencia y propiedad entre todos sus habitantes, y que prioricen los espacios públicos verdes, seguros, accesibles e inclusivos. Promueve, asimismo, la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niños, y responde a los desafíos y oportunidades del presente y el futuro para conseguir un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible para contribuir a minimizar el impacto medioambiental. Así, entre los principales principios que defiende el texto se encuentra el fomento de:

Ciudades compactas: Promover la urbanización sostenible con edificaciones en altura (densidades altas y mínimas, e incrementales) y en torno a los nodos de transporte. Facilitando, de esta forma, la inclusión social y la disminución de las desigualdades sociales. Primando la calle frente a la vía como estructura urbana principal.

Ciudades conectadas: Establecimiento de potentes redes de conexión privilegiando sistemas de movilidad apropiados y promoviendo el uso del transporte público.

Ciudades integradas: A través de la promoción de los usos mixtos del suelo se pretende conseguir ciudades más sostenibles que reduzcan la dependencia que existe actualmente del automóvil.

Ciudades incluyentes: Que fomenten la justicia espacial, la diversidad social y cultural.

Para traducir estas ideas a la realidad, la Nueva Agenda Urbana se fundamenta en 3 pilares clave fundamentales para una urbanización sostenible:

Estructura legal y regulatoria: Si se pretende atraer inversión financiera a nivel local, un marco regulatorio coherente, transparente y aplicado sin excepciones es imprescindible. Las reglas del juego deben ser conocidas y respetadas, en caso contrario las oportunidades de inversión a largo plazo disminuirán y será difícil atraer capital.

Planeamiento Urbano (Planificación y diseño urbano): La visión de la ciudad, su configuración física, la definición de las soluciones y las consideraciones ambientales se determinan a través de la planificación urbana. Un planeamiento urbano básico es necesario para conducir el proceso de crecimiento de manera ordenada, de manera que se alimente el círculo virtuoso de prosperidad.

Sostenibilidad del modelo económico y financiero: Los sistemas fiscales locales han de convertirse en vectores de cambio. En lugar de actuar como meros instrumentos de generación de ingresos y gestión de gastos. De esta manera, uno de los pilares en los que se basa la Nueva Agenda Urbana para promover un desarrollo urbano sostenible es la financiación y la gestión de los gastos locales.

Jerusalén, Israel. Foto: UN Photo/Rick Bajornas

Jerusalén, Israel. Foto: UN Photo/Rick Bajornas

Se espera que los gobiernos nacionales adopten formalmente la NAU en la conferencia Habitat III que se celebrará en Quito del 17 al 20 de octubre. La comunidad internacional tiene una cita fundamental para debatir y discutir sobre el futuro de las ciudades antes de que la Nueva Agenda Urbana se traduzca en estrategias concretas de acción. Se estima la asistencia de 30.000 participantes, entre los que se encuentran delegados oficiales, sociedad civil, academia y el sector privado. La Nueva Agenda Urbana nace con el objetivo de ser la herramienta más importante de la comunidad internacional para alcanzar el desarrollo urbano sostenible en las próximas décadas.

Artículo escrito por Juan Capeáns, economista urbano e investigador especializado en proyectos multilaterales. Ha trabajado para organizaciones como ONU-Habitat o el Banco Interamericano de Desarrollo, y actualmente estudia el vínculo existente entre las economías de escala derivadas de la concentración espacial y la generación y atracción de innovación y talento.

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Mayor seguridad requiere mejor espacio público

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Coche abandonado - Foto por Nina Matthews en Flickr

Artículo enviado por Martín Marcos, arquitecto, urbanista y profesor titular en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, sobre el diseño, el cuidado y el descuido del espacio público en relación con la seguridad y la calidad del ambiente social.

¿Es posible sumar desde otra mirada disciplinar a un problema tan complejo y urgente? ¿Un buen espacio público puede inducir comportamientos sociales y hacer más segura una ciudad? Algunos sostienen que reparar rápido las “ventanas rotas” y volver a pensar la calle son la mejor política preventiva.

En 1969 Philip Zimbardo, profesor de la Universidad de Stanford, realizó un experimento en el marco de sus investigaciones sobre psicología social. Estacionó un automóvil sin patente con el capot levantado en una calle del descuidado Bronx de Nueva York; y otro similar en una calle del rico barrio de Palo Alto, California. El automóvil del Bronx fue atacado en menos de diez minutos. Su aparente estado de abandono habilitó el saqueo. El automóvil de Palo Alto no fue tocado por más de una semana. Luego Zimbardo dio un paso más, rompió una ventana con un martillo. De inmediato los transeúntes comenzaron a llevarse cosas. En pocas horas, el auto había sido totalmente deteriorado. En ambos casos muchos de los saqueadores no parecían ser gente peligrosa. La experiencia, que derribó más de un prejuicio, habilitó que los profesores de Harvard George Kelling y James Wilson desarrollaran en 1982 la Teoría de las Ventanas Rotas: “Si una ventana rota se deja sin reparar, la gente sacará la conclusión que a nadie le importa y que el lugar no tiene quien lo cuide. Pronto se romperán más ventanas, y la sensación de descontrol se contagiará del edificio a la calle, enviando la señal de que todo vale y que allí no hay autoridad”.

Espacio abandonado - Foto por Wunkai en Flickr

A raíz de ello Kelling fue contratado –mucho antes de Rudolph Giuliani y sus controvertidas políticas de “tolerancia cero”– como asesor del metro de Nueva York, donde reinaban la inseguridad y el delito. Su primer desafío fue convencer al progresista alcalde de la ciudad, el demócrata Ed Koch, de que la solución no era poner más policía y hacer más arrestos, como la mayoría reclamaba, sino limpiar e impedir sistemáticamente los graffitis en los vagones, hacer que todo el mundo pagase su boleto, y erradicar el vagabundeo en el metro. Pese a la lluvia de críticas, la transformación del Metro de Nueva York comenzó mediante símbolos y detalles concretos, pero muy visibles, que restablecían el orden y la autoridad. Hasta el afamado diseñador Massimo Vignelli, autor de la señalización, resolvió invertir los colores de sus carteles a tipografía blanca sobre fondo negro para desalentar a los graffiteros. Hoy es un modelo de espacio público seguro y eficiente; y un emblema que los neoyorquinos no están dispuestos a volver a poner en riesgo.

Graffitis en el subte en Buenos Aires - Foto enviada por Martín Marcos

La idea es sencilla pero poderosa: Las malas costumbres se contagian rápido; pero las buenas, con esfuerzo y continuidad, pueden desplazarlas. ¿Cuantas cosas a nuestro alrededor están en estado crítico por nuestra indiferencia ante el primer síntoma de que algo no estaba bien? ¿Cuántas ventanas rotas vemos por día? Se trata de marcar los límites y evidenciar malas prácticas y hábitos con estrategias situacionales y preventivas que involucren tanto a las autoridades como a la comunidad en una resolución participativa de los problemas. Pero también reivindicar el rol del Estado en la regulación y control de un ámbito donde siempre debe privilegiarse el interés general sobre cualquier apropiación particular –pequeña o grande– por mas justificada que sea. A diferencia de lo que muchos sostienen desde una errónea perspectiva libertaria, la convivencia democrática en el espacio público exige restringir la libertad individual para maximizar su buen uso y el disfrute colectivo.

Ventana rota - Foto por David en Flickr

Algunas de las ciudades más exitosas en esta materia han salido de sus espirales de deterioro conjugando la planificación proactiva con alta calidad de diseño, materiales y construcción; sumado a la instalación de una cultura de la higiene urbana y el mantenimiento constante; o como le gusta decir al ex-alcalde de Curitiba, Jaime Lerner: “Obsesión por la acupuntura urbana”.
Una de las primeras en señalar estas cuestiones fue Jane Jacobs, famosa y polémica militante por los derechos civiles en Nueva York. Inicialmente ridiculizada por los tecnócratas del urbanismo moderno, hoy es reivindicada y citada hasta por el propio presidente Obama. En su libro “Muerte y vida de las grandes ciudades” (1962) rescata las ricas preexistencias de la ciudad multifuncional, compacta y densa donde la calle, el barrio y la comunidad son vitales en la cultura urbana. “Mantener la seguridad de la ciudad es tarea principal de las calles y las veredas”. Para ella una calle segura es la que propone una clara delimitación entre el espacio público y el privado, con gente y movimiento constantes, manzanas no muy grandes que generen numerosas esquinas y cruces de calles; donde los edificios miren hacia la acera para que muchos ojos la custodien.

Como plantea la ONU: “El futuro de la humanidad y del planeta depende de tener mejores ciudades”. Sabemos que replegarnos al espacio privado, o huir al insustentable urbanismo difuso de las periferias no es solución y agrava el problema. Nuestra “calidad de vida” no puede depender de ghettos custodiados por murallas, alarmas y ejércitos privados. Por eso reducir la inseguridad y los niveles de temor es tan prioritario como hacerlas más eficientes, integradas y creativas. Debemos volver a mirar el espacio público como el corazón de la vida moderna; su diseño, su uso, su gestión y nuevas funciones. Invertir nuestra habitual lógica proyectual y definir los sólidos solo a partir de una clara toma de partido sobre qué vacíos queremos. Desde allí repensar la calle, la plaza, el parque; el arbolado y el paisaje urbano, aquello que nos permite construir identidad y experimentar el encuentro, el intercambio y la diferencia. “Un sitio se hace lugar solo cuando nos apropiamos culturalmente de él”, diría Heidegger.

Calle Florida - Buenos Aires - Foto por reydepersia en Flickr

Recientes investigaciones demuestran que estas correspondencias entre diseño urbano, comunidad y espacio público son complementos ideales para la implementación de una política de seguridad consistente. Bill Hillier, Profesor de la Universidad de Londres, investiga y mapea desde su Laboratorio de Sintaxis Espacial los flujos entre delito, lugares y población. Millones de datos relevados y años de análisis le han permitido concluir, igual que Jacobs, que la ciudad compacta y densa es más segura que los barrios residenciales de baja densidad. Las zonas especializadas o mono-funcionales con poca presencia de viviendas –que pierden vitalidad y peatones a cierta hora– tampoco son recomendables. La calle vuelve a ser clave y recomienda anchos acotados –no sobredimensionarla– y tejido compacto mediante edificios que conformen una grilla con buena densidad poblacional. Las torres exentas con rejas o paredones hacia la calle y los shoppings endogámicos que se aíslan del espacio público, no ayudan. Lo ideal: Manzanas con comercios en planta baja y edificios de departamentos en los pisos superiores, conformando calles y barrios animados y heterogéneos que mezclen distintos tipos de gente y actividades; desde educativas, culturales, e institucionales, hasta comerciales, turísticas y productivas ambientalmente compatibles.

La problemática de la seguridad debe ser parte de la normativa urbanística y de los retos iniciales del proyecto, la arquitectura y la obra pública. Las angustias e imposibilidades actuales nos desafían a exigir e innovar desde otras lógicas, con mayor participación y menos especulación. Tal vez desterrar lo que Luis Fernández Galiano denomina “arquitectura urbicida” –aquella que responde más al ego y/o a una oportunidad de negocio que a hacer mejor ciudad– sea un buen comienzo.